Son estas las palabras
que caen desperdigadas
desde mi boca a tu labio,
esperando la culpa de aquel
que reconozca que quizás
fue alguna que otra vez
culpable de este laberinto de amor.
Y ahora, aqui, los dos,
lanzando la pelota
o escurriendo la mirada,
sentimos tener que irnos
una vez más, sin decir nada,
abandonan el escenario
en mitad de otra función.
Dejando a ese público expectante,
mudo de ironía espumosa
con el perdón que dribla una vez más
esa esquina de orgullo,
se instala el egoísmo en estas
nuestras vidas, lastimosas
y agridulces de perdón.
Puede que el olvido
termine siendo el bálsamo curador,
aquel en el que encontrar
una respuesta a mi interrogación,
la de estos dos pobres ignorantes
que ya perdieron la batalla
por no decir PERDON.
Si dejáramos nuestro orgullo a un lado aprenderíamos a decir perdón más veces, reconoceríamos así nuestros errores y llegaríamos a ser mejores.
ResponderEliminarTe deseo lo mejor en esta singladura blogera.